martes, 18 de diciembre de 2007

7 diciembre 2007

FAMILIA POLÍTICA
Las leyes y las mujeres
se hicieron para violarse:
Dicho popular.


Tipología: los retadores: entre la prepotencia y la humildad

Prisciliano Gutiérrez Hernández



"Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica". Con estas palabras, Salvador Allende, en ese tiempo Presidente izquierdista de Chile, quien arribó al poder por vía de elección constitucional, arengaba a los estudiantes de la Universidad Nicolaíta en Morelia, durante su visita a México, cuando aún no cicatrizaban las heridas del dos de octubre de 1968 y del Jueves de Corpus de 1971.
Estaban de moda, en ese entonces, las tesis de los llamados por el Presidente Díaz Ordaz "Filósofos de la destrucción… que están en contra de todo y en favor de nada" (Sartre, Heiddeger, Jaspers, Kierkegaard, Marcuse…). El movimiento estudiantil de París, la llamada Primavera de Praga y otros movimientos juveniles ponían en entredicho la fuerza y legalidad de los gobiernos, en diversas partes del orbe.
Atrás había quedado la figura holliwoodesca del "rebelde sin causa", personalizada en México por los rockanroleros de la llamada Nueva Ola, cuya presencia trascendió a la opinión pública por medio de canciones inocentes, frívolas y películas como Los Caifanes (hasta la fecha el protagonista, Oscar Chávez, se identifica con la parodia política y la protesta).
Juventud y rebeldía, caminan juntas durante etapas, más o menos prolongadas en la vida de todo ser humano. El adolescente, no es hombre en toda la extensión de concepto; es proyecto, por eso se parece a todos, menos a sí mismo.
La actitud provocadora ante la norma, se advierte en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la sociedad… autoridad y libertad, parecen conceptos excluyentes, aunque en realidad, son dialécticamente complementarios: uno no puede existir sin el otro.
En toda sociedad existen vividores, usufructuarios del conflicto social, bajo la invocación de elevados valores como la libertad, la dignidad, las garantías individuales… Constitucionalmente el Estado, (el Gobierno) tiene el monopolio de la violencia legal.
Hay provocadores investidos de fuero, que jamás superaron la crisis existencial de sus ardores libertarios. Cual modernos Quijotes, lanza en ristre, arremeten contra los molinos de viento de las instituciones para desfacer entuertos con razón o sin ella: el conflicto es fin, no medio. En posiciones de autoridad, defienden a la ley, pero no se someten a ella, enarbolan el derecho a disentir, siempre y cuando los disidentes sean sus amigos. Agresivos, majaderos, prepotentes… se vuelven humildes, respetuosos, mansos… dispuestos a poner la otra mejilla, cuando la autoridad ejerce su derecho a la coacción (que ellos llaman represión). Son capaces de implorar perdón, de la manera más indigna, antes de elevar su queja ante los medios o ante los órganos competentes del propio Estado al que agraden y del cual medran.
Bajo la vieja consigna "más vale morir de pie que vivir arrodillado", defienden su posición, aunque de antemano sepan que están equivocados, sólo por buscar la calidad de mártires. En el justo medio aristotélico: se puede vivir de pie, reconociendo errores y haciendo valer los legítimos derechos que la constitución consagra.
La inédita ley del péndulo dictó a mi amigo Martín Urieta, aquella frase que dice: "No muere a besos el que mata a puñaladas".
Los políticos en el Gobierno. Los políticos fuera del Gobierno. Los políticos contra el Gobierno. Todos deben recordar que la Ley es dura, pero es la ley.
No todo provocador es un redentor.
No todo acto de autoridad es represión o genocidio.