martes, 18 de diciembre de 2007

19 noviembre 2007

FAMILIA POLÍTICA

El Piripituche y la lingüística
Prisciliano Gutiérrez
En pláticas de sobremesa con distinguidos personajes: mentores, políticos, politólogos, indígenas, indigenistas, médicos, comunicadores… asistentes cotidianos al Liceo Cultural Aquiles Baeza (el cual tiene varios integrantes pero, ningún miembro activo) bajo la égida del Gurú, Dr. Agapito Vélez Ovando, es tema recurrente el uso incorrecto del Español: Analogía, Sintaxis, Prosodia, Ortografía, Semántica y otras partes de la Lingüística, se ven, con frecuencia, acometidas por la ignorancia, lo cual dificulta el proceso de aprendizaje y una comunicación escrita, plena de claridad.
Está didácticamente comprobado que en lectura de comprensión, un alto porcentaje de estudiantes y aún de profesionistas, reprobarían un examen elemental; lo mismo pasaría al evaluar el arte de hablar y escribir con aceptable corrección (hasta el mal uso de un simple acento puede afectar el fondo de un trascendente asunto).
Los concursos de Oratoria tienen el mérito de inyectar a los jóvenes el gusto por el buen decir; aunque también el riesgo de caer en lo que decía Gabriela Mistral (citada por Oziel Serrano): "El orador es un farsante que cubre su ignorancia con elocuencia". En esos certámenes, es común escuchar auténticas joyas de irreverencia cultural.
De manera ejemplificativa, que no limitativa, me permito citar, a vuelapluma, errores de los más frecuentes, con breves comentarios:
Accesar.- Verbo no registrado en el Diccionario de la Lengua Española. Es un tecnicismo (barbarismo) usado en informática. Lo correcto es acceder.
Adecúa.- Debe ser adecua (sin acento); lo mismo ocurre con otras inflexiones verbales terminadas en diptongo; ejemplos: negocia, licua, financia…
Ahorita, ahoritita.- El Diccionario de la Real Academia los acepta como mexicanismos. En estricto respeto a las normas de la Gramática, ahora es un adverbio de tiempo; esto es, una palabra invariable que no admite modificaciones morfológicas (diminutivo, aumentativo, singular, plural…). No podemos decir, por ejemplo: ahorota, ahorotota, ahoro… Más terrible aún es la deformación ahoy.
Cónyugue.- Por: cónyuge.
Detentar.- El mal uso de esta expresión verbal, suele darse en personas de amplia cultura, incluso se puede ver en textos de carácter jurisdiccional, como sinónimo de poseer. El diccionario define: "Retener alguien lo que manifiestamente no le pertenece" "Retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público.
Icono, ícono.- Según el Diccionario panhispánico de dudas, las dos formas (una grave y otra esdrújula) son correctas.- La primera se utiliza más en España y la segunda en América.
Más sin en cambio.- Aberrante expresión surgida no sé de dónde; carece de sentido lógico. Se pretende identificar con sin embargo.
Querramos.- Tercera persona del plural del presente de Indicativo del verbo querer. Lo correcto es queramos (con una sola r).
Retroalimentar.- No existe en el Diccionario; es otro barbarismo tecnocrático. Por su etimología (del Latín retro: hacia atrás) significaría alimentar hacia o por atrás.
Sendos.- Adjetivo distributivo que significa uno para cada uno; no grande o pavoroso, como a veces se interpreta; ejemplo: "… de pronto aparecieron tres individuos con sendos machetes…".
Las anteriores palabras y muchísimas otras, forman un catálogo de errores que, por comunes, pasan desapercibidos; otros, en cambio, se advierten, pero se consideran simples descuidos y hasta particularidades expresivas de ciertos personajes; los: dijistes, haiga, nadien… son proverbiales en el habla popular. Aunque "al mejor tirador se le va la liebre".
Recientemente, mi amigo, Raciel Vidal Cortés presentó su libro autobiográfico La Tesis de mi Vida. Antes de publicarlo me confió su manuscrito; me dio pánico que alguien pretendiera corregirlo: su particular ortografía; su inimitable sintaxis y su manejo campirano del lenguaje lo hacen único, e irrepetible. Sobreviviente de una especie política en extinción, Raciel prueba que: "El estilo es el hombre" y que El hombre es su palabra", según Ortega y Gasset y José Muñoz Cota, respectivamente.