martes, 18 de diciembre de 2007

26 noviembre 2007

FAMILIA POLÍTICA
Prisciliano Gutiérrez.

El Piripituche y la Revolución Mexicana
El Profesor de Matemáticas, Física y Química; Economista, Abogado, Poeta, Político y a pesar de todo, buen guitarrista, Don Inocente Zúñiga Mercado, vino a interrumpir mi cotidiana labor en pro de la Justicia en ésta, nuestra sufrida Entidad Federativa, con su estilo crítico, antisolemne, Tianguistenguense, no exento de huastecas exageraciones, en torno a algunos tópicos de actualidad, por ejemplo: La Revolución de 1910 es la mejor de todas las fiestas del patrio santoral. Festejamos el inicio porque no sabemos cuándo terminó ni quién ganó. Entendemos que los muertos de la Revolución fueron capitalizados por los vivos de la Revolución.
Ignoro, continuó el sabio Maestro, por qué a las guerras civiles se les llama revoluciones. Matemática y geométricamente hablando, revolucionar es girar en torno a una línea llamada radio, en uno de sus puntos extremos para llegar al mismo lugar. En este sentido, una revolución es estrictamente reaccionaria pues consiste en hacer una revuelta armada, poner a un país patas pa rriba y después regresar al punto de partida. El perverso Inocente (nótese la paradoja) afirma que la Revolución Mexicana cumplió su ciclo "por ay de los setenta", cuando los descendientes de los porfiristas regresaron a tomar el poder bajo el lema: "La Revolución nos lo quitó. La Revolución nos lo regresó. ¡Bendita sea la Revolución!".
Se refiere a Madero diciendo, palabras más, palabras menos: de fallida formación jesuítica, católico, espiritista, hacendado, revolucionario… fue ingenuo por naturaleza y francófilo por convicción. Hasta el lema, "Sufragio Efectivo, no Reelección", importó de Paris. Los historiadores aún no se ponen de acuerdo si la I es de Indalecio, de Ignacio o de Inocente (en cuyo caso serían tocayos). Los más escrupulosos detectives históricos afirman que se levantó en armas en venganza porque sus padres le pusieron un abominable segundo nombre. Él habría querido llamarse, simplemente, Panchito.
Con exagerada sapiencia, Zúñiga descubre que el Zapatismo no fue una creación del Subcomandante Marcos, sino del General Emiliano Zapata, quien goza de buena reputación en el gremio de la Santísima Revolución: gallardo porte de charro; congruente en sus demandas. Al principio más maderista que Madero, pero, a las tres semanas de que éste tomara posesión como Presidente de la República, ya le estaba pidiendo la renuncia, bajo consignas que hoy serian traducidas como: ¡Espurio! ¡Pelele! ¡ilegítimo!...
Francisco Villa es, a su juicio, "el mejor personaje de la Revolución": complejo, contradictorio, inteligente, bruto, amoroso, sanguinario… Con Zapata a su siniestra, se sentó en la silla del águila "Nomás pa ver que se siente". Tenía claro que la Revolución no era otra cosa que hacer la sopa antes de repartir las fichas del dominó.
Reconoce a Venustiano Carranza como: hábil, con inminente sangre fría oculta bajo oscuras gafas de utilería, dio al movimiento armado un giro netamente conservador. Su ley agraria fue instrumento clásico de oportunismo político (durante todo 1915 ni una hectárea fue confiscada). Atacó a los obreros; ordenó la disolución de los "Batallones Rojos", cerró la Casa del Obrero Mundial, clausuró los periódicos socializantes Ariete y Acción… Álvaro Obregón inventó un cañón que aniquilaba contrincantes y fortalecía amistades, con disparos de cincuenta mil pesos (de aquéllos). Su apetito reeleccionista le costó la vida. Plutarco Elías Calles institucionalizó la reelección por interpósita persona. Desde entonces, ningún ex Presidente lo ha logrado, por mucho tiempo.
En fin. La Revolución es hoy, motivo de beneplácito para vendedores de uniformes escolares y pretexto para gritar: ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria y puente!.
Confieso que es más difícil escuchar a Chencho pontificar que cantar y arrancar bellas notas a una guitarra entre sus artesanales manos, pero... casi imposible sería rebatirlo si no fuera porque la Revolución no terminó en anarquía; se hizo Constitución, Ley Suprema y a ella estamos sujetos gobernantes y gobernados en nuestro perfectible Estado de Derecho.