lunes, 14 de abril de 2008

14 abril 2008

Gobernar es tarea de gran responsabilidad; ningún individuo, por brillante que sea puede hacerla solo. El equipo es fundamental.
"Podremos ser parientes cercanos del SolY brillar tanto como él,Pero nunca debemos aparecer en su compañía".Baltazar Gracian.
SABIA VIRTUD DE CONOCER EL TIEMPO
Prisciliano Gutiérrez.
Si se comparase a Juárez, por separado, con Ocampo en cuanto a inteligencia y conocimiento del Derecho; con Ignacio Ramírez "El Nigromante" en reflexión filosófica o con Guillermo Prieto en elocuencia; seguramente, El Benemérito saldría perdiendo. La virtud fundamental del Indio Oaxaqueño fue su voluntad de hierro pero, sobre todo su dominio de atávicos complejos; su sólida autoestima y su fe en México. La llamada Generación de la Reforma, es a juicio de muchos, la más brillante en el Gobierno mexicano, a lo largo de su historia.
Gobernar es tarea de gran responsabilidad; ningún individuo, por brillante que sea puede hacerla solo. El equipo es fundamental.
Los profanos, construimos mil y una hipótesis para visualizar el proceso que se incuba en la mente de un jefe de gobierno, para elegir libremente a los miembros de su gabinete, o a los titulares de los cargos y candidaturas más relevantes. ¿Amistad? ¿Escalafón? ¿Méritos en campaña? ¿Compromisos con otras fuerzas políticas? ¿Especialización en el área? ¿Oportunidad para pagar y excluir? ¿Hacer evidente una actitud de madurez y perdón? Tal vez sea de todo un poco…
Ahora bien, ¿qué motivos juegan en contra de aquél que teniendo méritos suficientes no entra al grupo de los elegidos?: ¿falta de cercanía en lo personal? ¿Improvisación en las lides políticas y/o administrativas? ¿Enemistad declarada? ¿Alta traición? ¿Cobro de facturas por pequeñas o grandes ofensas? ¿Miedo a la inteligencia? (En este último caso, un político profesional y maduro, no temerá que su luminosidad se opaque si se rodea de los mejores).
Cuando un Secretario de Estado, por ejemplo, llega con brillo propio; con estatura moral (aunque deba todo a su superior jerárquico), la opinión pública lo percibirá como actor con capacidad de decisión y competencia individual, además de su investidura institucional; esto permitirá que el nombrado cumpla de manera eficaz su papel de instancia previa; sí, por el contrario, es un personaje gris, opaco, que sólo refulge bajo la estrella del jefe, su responsabilidad jurídica, administrativa y/o moral, prácticamente no existe; la mínima falla será atribuible a quien lo nombró sin méritos, a juicio de los medios y de la vox populi. Desde luego, los perfiles sin lustre, pueden ser idóneos en ciertos lugares y en determinados momentos.
Reto para todo subordinado que accede a un cargo por nombramiento administrativo, en cualquiera de las hipótesis anteriores, es permanecer; para ello existen cualidades que explota el individuo en cuestión de acuerdo con las características de su propia tipología; por ejemplo: eficacia, servilismo, inteligencia, capacidad de análisis, elocuencia, simulación, etcétera; pero la norma fundamental e inviolable para subsistir o crecer, en su caso, es simple: jamás competir con el que manda; nunca brillar más que el sol.
Tal vez las encendidas arengas de Guillermo Prieto (¡Los valientes no asesinan!), las profundas disquisiciones filosóficas de El Nigromante o los eruditos comentarios de Ocampo, hacían brillar a cada uno en ciertos foros; pero, seguramente, en presencia de El Presidente, se median para no opacarlo y propiciar su propia caída.
Aunque con diferentes matices de tiempo y espacio, en política, "nada hay nuevo bajo el sol": las actitudes típicas, en esencia, son las mismas; por ejemplo, la costumbre sexenal de enterrar a un poderoso para que el nuevo nazca en toda su intensidad; con omnímodo poder: ¡El rey ha muerto. Viva el rey!.
El cambio es la esencia de la democracia; los tiempos se cumplen; las reglas del juego operan con implacable rigor, a fin de preservar a la disciplina, como valor complementario de la libertad. Esas mismas reglas del juego prescriben las circunstancias en que habrá de nacer el nuevo astro. Quien pretenda transformar su papel de actor secundario, en protagonista, dentro de la trama genial (a veces perversa) de la política, debe entender que el sol (municipal, estatal o nacional) no admite otra luz en el firmamento que no sea la suya y que con un nuevo amanecer, en su tiempo, se repetirá la historia.
Baste recordar a la Diosa Coyolxhauqui quien, por pretender brillar antes de que llegara la noche, fue despedazada por su propio hermano.